Aquello que no vemos, lo que no percibimos, busca infinitas formas de expresión para poder tener nuestra atención y enfoque. Una de las formas más frecuentes que utiliza es a través de los conflictos.
El conflicto pone luz en la zona de nuestro inconsciente, tiene un propósito definido y consigo trae oculto un mensaje para nuestro bien. Aunque su manifestación nos enoje, nos perturbe y no tengamos la posibilidad de comprensión de lo que sucede en ese momento, detrás de todo ello existe un beneficio.
La observación desde el lugar del propósito o el para qué estoy en presencia de este conflicto, con qué me conecta y cuál es mi necesidad no satisfecha detrás de lo que estoy viviendo tiene una energía de liberación.
Aquello que estoy viviendo me muestra lo que no pude ver con anterioridad para ser resuelto ahora. Me da la posibilidad de incorporar una nueva lógica de percepción de mi mundo, independientemente de la incertidumbre, dolor o temor que me cause enfrentarme con ello. Me presenta un desafío que me conecta con mis capacidades y muy probablemente me lleve a descubrir otras de ellas en mí, si es que me permito hacer a un lado mi personaje de víctima y atravieso esa experiencia desde el lugar de protagonista.
Yo elijo cómo actuar.