02 Apr
02Apr

Él está ahí.

No se lo ve pero su inmensidad se siente.

Cuando hablo de su inmensidad no hablo de tamaño. Hablo de su presencia, de su conexión con el universo mismo, de su energía.

Su expresión es clara y fuerte. La certeza es una de sus virtudes.

Muchas veces me hago el gil. Hago como que no me di cuenta de lo que me dice o lo que quiere que vea.  ¿Soberbia?  ¿Arrogancia?   Tal vez sea por creer que sé más o por creer que tengo más recursos  ¡Qué mentiras me vendo y me compro!  O…. simplemente tal vez sea mi temor a dejarme llevar por Él.

Él sabe lo que necesito. Si necesito más hace lo necesario para que tenga más. Es capaz de mover ríos enteros para mí o abrir y cerrar sus puertas infinitas veces.

No pregunta. No juzga. No cuestiona. No me pide nada. Acepta y me acompaña.

Y permanece allí. Estando atento a mí. A mi servicio. Haciendo lo que sabe hacer. En todo momento. En el día y la noche. En el dolor, en el fracaso, en el error, en la duda, en el miedo, en la alegría, en la felicidad, en el amor, en el sexo.

Es incansable. No entiendo aún cómo lo hace.

Y encima ni siquiera busca reconocimiento. Eso que muchas veces busqué y a veces busco hoy.

Y menos que menos una gratificación.

Él vela por mí. Vela porque esté bien y feliz, porque si lo estoy brinca como un niño con un juguete nuevo.

Ahora sí…..

Si necesito Paz, ahí sí lo voy a buscar. 

Siento su dulce melodía. Su música es vida. Es Creación. 

Me cobijo en él y su grandeza se hace infinita. Me entrego a él y su amor me envuelve con una calidez suprema.

Es muy placentero...

Puro regocijo….

Me conecto conmigo…

Me conecto con Él….

Y me emociono….

Las lágrimas brotan en mis ojos…

Y me quedo en silencio aprendiendo a amar y ser amado.

Amor y gratitud desde lo más profundo de mi alma por la música de tus latidos.

Por hacer que después de cada segundo pueda vivir un segundo más.


Gerardo González

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